mi lado.
Dejé mi familia, mis costumbres, para ir a encontrarme con un
mundo hostil.
¿Qué podía hacer? Volver a casa imposible, primero por vergüenza y luego por no tener un céntimo.
Pasaban los meses, empezaba a desesperarme, más un día pasó
por mi lado una persona que se compadeció de mí, ofreciéndome
una posibilidad de sobrevivir, comencé como repartidor por los
buzones, así conseguí lo suficiente para tener un alojamiento y
comer.
Después conseguí otro empleo como mozo en una empresa de mudanzas.
Podía compaginar los dos trabajos por lo que, aunque era duro,
vislumbré la posibilidad de salir de esa miseria.
Poco a poco me estabilizaba dentro de una sociedad que poco tenía que ver con la de donde venía. Era difícil, sus costumbres eran tan diferentes….
No obstante, como no quería dar ningún paso atrás, me esforcé en aprender el idioma y pretender obtener un trabajo mejor remunerado.
Me estaba dejando la espalda en ambas empresas, pero soy fuerte y si después de haber superado tantas dificultades, estas no eran tan graves.
En mis tiempos libres, pasaba horas y horas en la biblioteca del barrio donde vivía, quería empaparme de la historia del mundo. Quería seguir subiendo del Sur más al Norte.
Era complicado aprender a conocer tantos nombres difíciles, fechas, etc., pero tenía que hacerlo.
Mi ilusión era llegar a Alemania. Allí decían que había trabajo mejor remunerado; lo difícil, tal y como estaba la situación en toda Europa, era que me aceptasen como emigrante que soy.
Pero vi la solución, si conseguía obtener la nacionalidad española, después ya no tendría problema.
Qué fácil lo veía todo, para eso tenía que reunir una serie de requisitos que eran largos en el tiempo para obtenerlos. No obstante, lucharía por conseguirlo.
Pasaban los meses y los años. Me estaba acomodando y conformando con lo que tenía. Tampoco era tan malo. Las personas con las que me trataba eran amables y procuraban ayudarme en todo lo que podían.
Hasta que llegó el amor, no había contado con eso, no estaba dentro de mis pensamientos, bastante tenía con sobrevivir, pero había llegado sin buscarlo.
La conocí en la biblioteca. Me fijé en ella por esa cara que mostraba siempre sonriente, trabajaba en la cafetería que hay en la planta baja. Siempre atendía amablemente a todos los clientes, más percibí que hacía mí, dirigía una mirada diferente, más intensa. Hasta que llegado el día, me quité la timidez y le pregunté su nombre.
Bianca, me llamo y tú?
Abayomí (el que trae alegría)
Oh¡ me encanta¡ además de que es cierto, traes alegría y esperanza en tu mirada.
Después de esta breve charla, todos los días que nos veíamos hablábamos sobre nuestras ilusiones y proyectos. Hasta que ya decidimos que lo mejor sería salir un día a dar un paseo por la ciudad y así estar más cómodos con nuestra conversación.
Casi sin pensarlo ni pretenderlo, nos enamoramos y comenzamos a pensar en tener una vida en común, formando una familia.
Y aquí estoy, han pasado ya veinte años desde que llegué a este país que me acogió, ahora soy español y nuestros hijos también.
Una vez al mes me gustaba ir a saludar a Don Ramón, que fue la primera persona que se apiadó de mí facilitándome un medio de supervivencia. Nunca lo olvidaré y me gusta que comparta con mi familia, nuestra felicidad.
Nunca me iré de aquí, ni a Alemania ni a ninguna otra parte, aquí he forjado mi vida y mis proyectos.
Afortunadamente busqué el Norte, saliendo del Sur.
©Esmeralda Perez
Comentarios recientes
26.11 | 16:00
Nunca me hubiera imaginado este final!!!
24.11 | 16:30
Madre mía qué interesante, pero nos dejas con la miel en los labios. Espero que al final tengamos un final feliz!!!
24.11 | 11:01
22.11 | 14:26
Todos tus relatos me gustan
Cómo sigues preciosa?