Paula hacía tres años que había perdido a su marido en un accidente de tráfico. No conseguía superarlo.
Lo causó uno de esos insensatos que van al volante, hasta los topes de droga y alcohol. También quedó accidentado, pero por supuesto con menos lesiones que las que ocasionó a su marido, Isaac, que ahora no está aquí con ella.
Al desgraciado sólo le condenaron a unos años de reclusión, que como era menor de edad, los pasó en un correccional y rápidamente a la calle.
Como en la mayoría de estos casos, a Paula no le informaron correctamente de la fórmula más conveniente para denunciar el hecho; si a eso se suma que su estado emocional no estaba para muchos pensamientos, el caso es que la denuncia se presentó por lo civil, en lugar de por lo penal, que hubiera sido lo conveniente. El resultado fué el que he relatado, en pocos años el niño a la calle y su marido bajo tierra.
Al cabo de esos dos años, se juzgó el caso y el seguro del coche de Isaac fué el que indemnizó a la viuda. Nunca el dinero ayuda a superar esa ausencia.
Paula seguía su trabajo, pero como un ánima en pena, sin ilusión. No quería amargar la vida de su familia y a ellos no les transmitía sus sentimientos.
Por otro lado le hubiera gustado haber tenido hijos en su matrimonio, pero no les dió tiempo. Querían poder dedicarse a ellos en cuerpo y alma, mientras se afianzaban en sus respectivos futuros, pasaba el tiempo y el momento de decidirse a tener esos hijos, no llegó nunca.
Ahora Paula lamentaban que hubieran tenido otras aspiraciones, no solo las profesionales, ahora ella estaba sola.
Un día decidió ir al lugar del accidente, nunca había querido pasar por allí, no le gustaba la idea de estar justo en ese sitio donde su gran amor dejó la vida. No sabía porqué pero necesitaba volver allí. Para su tristeza, era un paraje por el que en otoño les gustaba pasear, solían llegar con el coche hasta un pueblo que había muy cerca y luego iniciaban su largo paseo, enlazados por las cinturas, como les gustaba caminar cuando estaban juntos.
Al llegar al tramo donde sucedió la tragedia, no se atrevía a seguir avanzando, sentía una inquietud enorme.
Se convenció que eran tonterias suyas, así que se metió por el camino entre los árboles vestidos de otoño.
Nada más poner el pie en el sendero, tuvo la impresión que algo la abrazaba por la cintura. No pudo impedir dar un salto. Mirando a su alrededor, no vió a nadie, pero sin embargo lo sintió.
Se quedó parada sin saber sí debía seguir caminando.
En ese momento volvió a sentirse abrazada a la vez que la voz de Isaac le susurraba en el oido:
- Paula, no tengas miedo soy yo, tu amor. Te estoy esperando desde ese triste día, quería despedirme de tí, que no te quedaras sumida en el dolor de la pérdida y no remontases.
-Tenía que decirte que siempre estaré pendiente de tí, protegiendote.
-Procura ser feliz, cuando sientas que es el momento busca a una persona para compartir tu vida y tener esos hijos que tanto queríamos, será el de los dos.
-Cuando quieras paseate por nuestro camino, que aunque no pueda ser como hoy, que te estoy hablando y cogiendote de la cintura, sabrás que mi espíritu estará por aquí.
Pasados unos segundos Isaac se fué, dejando a Paula con una sensación que no sabría como definir, tristeza, alegría...., se dió cuenta de que sintió paz y sosiego.
Regresó a su casa con otro ánimo, sin duda volvería por ese camino a recorrerlo con su pensamiento en Isaac.
Adela Álvarez
22.10.2022 19:59
Muy bonito
Comentarios recientes
26.11 | 16:00
Nunca me hubiera imaginado este final!!!
24.11 | 16:30
Madre mía qué interesante, pero nos dejas con la miel en los labios. Espero que al final tengamos un final feliz!!!
24.11 | 11:01
22.11 | 14:26
Todos tus relatos me gustan
Cómo sigues preciosa?