FREGANDO LOS SUELOS

De esas formas en que pasan las cosas, he visto una foto que me ha trasladado a tiempos pasados, en los que afortunadamente se ha evolucionado.

Voy a referirme a los momentos en que en las casas, los suelos había que fregarlos, de rodillas, con nuestro cubo, estropajo, jabón y balleta. 

Cuando era una jovencita, en mi casa, como era obligado, había que ayudar a la madre en las tareas domésticas. 

Una de esas tareas, era la que más me disgustaba cumplir. Tenía que ponerme de rodillas y aunque me dolieran y se me clavaran a veces las astillas de esos suelos, tenía que hacerlo. Intentaba suavizar esa situación poniendo mi bata debajo de ellas y así en parte resolvía ese tema, pero no completamente.

Mi casa no es que fuera muy grande, pero había mucho trasiego y sobre todo lo que más me martirizaba era ese pasillo donde era casi imposible que no se le ocurriera a alguien pasar por el, aunque lo quisieran hacer casi de puntillas, pero había que volver a repasarlo. 

Todo eso hasta que llegó la inestimable llegada de la "fregona" qué gran invento. A partir de entonces pasamos a usarlo y fue un gran descanso, pero mi madre, eterna revisadora de todos los rincones, me decía: Hija, en esa parte, tienes que fregarlo de rodillas, que si no, se queda sucio. Pues nada, todaba revisar todos los rincones, antes de que la mama pasara revista. 

Llegó el momento en que me trasladé a mi nuevo hogar con mi marido e hijos.

Como era natural, la fregona era la reina, compatiendo reino con la lavadora. Grandes inventos que nos solucionaron la vida, en parte, a las mujeres claro.

Ahora voya a contar una anécdota que me ocurrió en mi nueva vivienda. 

En una reunión de propietarios de las viviendas, para ahorrar el gasto de la limpiadora de la escalera, que además de limpiar, más bien poco, decidieron que cada semana le tocaría a una de las viviendas (más claro, a la mujer que viviera en esa casa) a fregar el rellano y el tramo de escalera que le correspondiera.

Pues ahí estoy yo, la primera a la que le tocó hacerlo esa semana, y más chula que un ocho, me  dije: Ahora van a ver cómo voy a dejar al escalera, como los chorros del oro.

Así que preparé mi cubo con agua caliente, por si eso fuera poco, agregué lejía y otro líquido más llamado "agua fuerte". Cogí un soporte para las rodillas, mis guantes, cepillo de raices y la bayeta, poniendome a limpiar con furia.

Qué insensata e inconsciente. Lo cierto es que nunca se me había advertido de los peligros de esa mezcla explosiva. En breve tiempo, cada vez que asomaba la nariz al cubo, me subían unos gases que me hacían toser a la vez que me abrasaban la garganta.

Entonces tomé la mejor decisión, dejé de fregar con esa mezcla, luego con agua caliente y jabón y con la fregona, termine de cumplir mis obligaciones, llamé después por teléfono a mi madre y la pobre se echó las manos a la cabeza, diciendome lo inconsciente que había sido, me podría haber intoxicado.

Aparte de esta historieta, quiero lanzar un aplauso a todas esas mujeres que se ganaban unas pesetas trabajando en casas ajenas, haciendo las labores domésticas y que las cumplían como estaba establecido, es decir, que había señoras que como no lo habían hecho nunca, desconocian el trabajo tan duro que tenían que realizar esas asistentas, no permitiendo que usaran ese artefacto llamado fregona. Así no se debían fregar los suelos. 

Gracias a todas las que sufristeis ese periodo tan duro en vuestras vidas. 

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